Los cristianos no rezamos porque nos sobra el tiempo, ni tampoco porque buscamos escapar de la realidad. Rezamos porque lo necesitamos. Necesitamos ir profundo.
Es cierto que las obligaciones abundan y que las responsabilidades de todos los días demandan mucho más que energía y esfuerzo. Pero insisto: Los cristianos no rezamos porque nos sobra el tiempo, sino porque lo necesitamos.
En el fondo, es una cuestión de prioridades. Porque los seres humanos somos hijos de nuestras decisiones; y cultivar la vida espiritual profunda es una decisión.
Es elegir destinar un tiempo significativo a una cosa –tal vez, la más importante– y restarle tiempo a otras.
La tentación puede ser querer hacer varias cosas a la vez y, en definitiva, no hacer nada.
Sería algo así como juntarse con alguien a tomar un café y conversar, pero a la vez querer resolver unos problemas del trabajo. O trabajamos, o compartimos la vida con el Amigo. En definitiva, en lo que nos toca a nosotros, es una cuestión de prioridades.
Es cierto que las obligaciones abundan y que las responsabilidades de todos los días demandan mucho más que energía y esfuerzo. Pero insisto: Los cristianos no rezamos porque nos sobra el tiempo, sino porque lo necesitamos.
En el fondo, es una cuestión de prioridades. Porque los seres humanos somos hijos de nuestras decisiones; y cultivar la vida espiritual profunda es una decisión.
Es elegir destinar un tiempo significativo a una cosa –tal vez, la más importante– y restarle tiempo a otras.
La tentación puede ser querer hacer varias cosas a la vez y, en definitiva, no hacer nada.
Sería algo así como juntarse con alguien a tomar un café y conversar, pero a la vez querer resolver unos problemas del trabajo. O trabajamos, o compartimos la vida con el Amigo. En definitiva, en lo que nos toca a nosotros, es una cuestión de prioridades.
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