Y guisó Jacob un potaje; y volviendo Esaú del campo, cansado, dijo a Jacob: Te ruego que me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado. Por tanto fue llamado su nombre Edom. Y Jacob respondió: Véndeme en este día tu primogenitura. Entonces dijo Esaú: He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura? Y dijo Jacob: Júramelo en este día. Y él le juró, y vendió a Jacob su primogenitura. Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura.
¿QUÉ NOS ENSEÑA ESTE RELATO BÍBLICO?
El punto para los cristianos en la actualidad es que debemos valorar nuestra herencia espiritual como la cosa más preciosa en nuestra vida y no perderla por nada. Nuestra herencia es la vida eterna en el Reino de Dios. Nosotros no debemos considerar nada —ni la comida ni ninguna otra cosa de esta vida— como más valioso que la herencia que Dios nos ofrece.
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